Todos los Santos y Halloween con tus hijos
Como cada año al terminar Octubre llega una fecha muy importante en el calendario que últimamente parece enfrentar a las nuevas generaciones con la tradición.
A los papás y niños se les inunda de publicidad pro Halloween en tanto esta tradición anglosajona fue elegida por las principales marcas como un elemento de marketing, pero ahora se ha convertido en un evento a esperar, una fuente de diversión para los peques y si lo dejamos, para toda la familia. Por otra parte tenemos a la tradición de Todos los Santos muchas veces anclada en el pasado que con un cierto aire clasicista a veces no sabe adaptarse a las nuevas gentes y sus nuevas formas de ver el mundo sin el filtro condicional religioso.
Lo único cierto es que las dos actividades coexisten y son parte de nuestra vida actual, y tan divertido es disfrazarse y desmitificar ese más allá que a todos nos preocupa como el conocer nuestra particular historia personal a través de los que ya no están con nosotros.
Ver morir animales y personas antes estaba incluido en el proceso de los niños con una cierta normalidad. En la casa había animales que se mataban para comerlos (recuerdo las matacías, o como mi abuela mataba el conejo para comerlo ese mismo día. También los abuelos solían morir en sus casas y los niños veían y vivían el proceso.)
Ahora mantenemos a los bebés y niños en una burbuja aséptica. La carne es algo que se compra en el super y que muchas veces ni siquiera relacionan con un animal, y los abuelos mueren en el hospital y con suerte van al funeral. Muchas veces ni eso…
Normalizar la relación con la muerte de los niños
Es bien sabido que la muerte se afronta de maneras muy diferentes según las culturas, y al viajar es siempre enriquecedor conocer los lugares y las tradiciones que se les dedica. Desde esa espiritualidad tan profunda y natural , propio de los templos japoneses, pasando por los cementerios blancos mirando al mar de Chipre, hasta las fiestas que en Mexico se celebran con La Catrina.
Un año por estas fechas estábamos viviendo en Hungría, donde el día 1 de Noviembre al caer la noche miles y miles de velas iluminan los cementerios y estos se llenan con gente de todas las edades y los niños pasean sin miedo entre las tumbas. Mientras se depositan las flores y las llamas parpadean se escuchan las preguntas de los peques sobre las personas por las que se encienden velas.
Se cuentan historias familiares...Te acuerdas cuando…y así van pasando las historias de los antepasados entre generaciones.
Todo forma parte de tipo de crianza que queramos con nuestros hijos de nuestros hijos.
En nuestros viajes vimos muchas formas de afrontar la muerte. En Japón con una naturalidad y cercanía, en México con ruido, con colores y con la fuerza de la comunidad, de estar juntos… en Buenos Aires con los cementerios llenos de historias y arte… En Hungría en silencio, excepto la noche del día 1 de Noviembre, cuando los cementerios cobran vida, se llenan de luz, de conversaciones y recuerdos. En España yendo al cementerio del pueblo con la familia y luego cenar todos juntos con la chimenea encendida en la casa del pueblo. Nuestra hija desde pequeña ha vivido estas experiencias tan diferentes con naturalidad y a lo mejor le ayuda en el futuro afrontar las pérdidas.
Hablar de la muerte con los niños
Los bebes y niños tienen que tener desde su comienzo una relación natural con la muerte, no ocultarles ni los lugares ni las fiestas que en torno a ellas se realizan. Hay un libro que nos encanta que leímos cuando perdimos un ser querido muy cercano y la peque tenía muchas preguntas, es el libro Para Siempre . Trata el tema de la muerte con naturalidad, sin cuentos, ni adornos, simplificando y aceptando la tristeza.
Lo mismo que ocurre con el tema del sexo, que no deben convertirse en temas tabú que solo generen confusión, sino que como adultos debemos facilitar su comprensión para evitar traumas futuros. No hay que transmitirles nuestros propios miedos y carencias, sino la naturalidad como la vida, el sexo o la muerte forman parte de nuestras vidas.
Para mi hija me quedo con la imagen de un cementerio inundado de velas donde a ese niño disfrazado de calabaza su padre le cuenta como su abuelo iba a caballo a recoger patatas en el pueblo.
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